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  • Foto del escritorPalabra de verdad

GIEZI ERRÓ EL BLANCO

(2R 5,20-27)


I INTRODUCCIÓN

Giezi era un esclavo. No cualquier esclavo, sino el siervo de Eliseo (uno de los mayores profetas en la historia de Israel). Giezi tuvo la oportunidad de estar estrechamente asociado con alguien tan bendecido por Dios como Eliseo. Estuvo rodeado de un ambiente espiritual muy rico, pero decidió ignorar la voz de Dios y la manera como Dios había obrado milagrosamente (¡tantas veces!) por medio de Eliseo. Es difícil imaginar todo lo que él pudo haber aprendido y visto en los años en que trabajó con el profeta. No obstante, como veremos, a pesar del potencial y de las muchas oportunidades, Giezi fracasó miserablemente. Su historia sirve como ejemplo de alguien que se desvía y llega a ser incapaz de distinguir entre lo importante y lo secundario.


¡Cuán crucial es, para nosotros, aprender de este error!

Todos conocemos el trasfondo de esta historia cuando Nahamán fue sanado de la lepra y quiso recompensar a Eliseo por el milagro, pero Eliseo rehusó recibir regalo alguno. Mientras el profeta de Dios era totalmente desprendido de las cosas materiales y ponía su confianza en la recompensa de Dios y no en la de los hombres, su criado no. Internamente, en el corazón de Giezi, sucedían cosas muy distintas que lo llevaron al desastre final, y no sólo a él sino a su familia y a todos sus descendientes para siempre. Lo que pudo terminar muy bien en la vida de un servidor de un profeta, terminó en el más completo y miserable olvido. Pero ese es el precio que se paga cuando no obedecemos a Dios y creemos que podemos engañarlo.


Hoy quiero que estudiemos qué le ocurrió a Giezi, si no queremos terminar mal como él. Debemos tener cuidado de lo siguiente:


1. Cuidado con el monólogo interno (v20): “Giezi dijo para sí”. El corazón de Giezi estaba lleno de codicia. Su tesoro estaba en las cosas materiales. Quería sacar provecho y ventaja del ministerio del profeta Eliseo. Eliseo acababa de curar de lepra a Naamán el sirio y éste quería recompensarlo con algo material, le ofreció una bendición, pero Eliseo la rehusó. Sin embargo Giezi tenía otras cosas en su corazón. Era un servidor que quería aprovecharse de Dios y de las oportunidades. Viendo la oportunidad de robar algo y satisfacer su codicia material, se lanza en pos de Naamán. Pero ha tenido un diálogo interno antes consigo mismo: “Ha dicho para sí…”. La pregunta aquí es: ¿cuál es nuestro monólogo interno? Lo que estamos hablando con nosotros mismos determina lo que llena nuestro corazón. ¿Es nuestro monólogo interno la verdad de Dios, o está saturado de nuestros propios deseos y anhelos?


El monólogo interno de Giezi estaba lleno de codicia: “Correré yo tras él y tomaré alguna cosa…” (20b). La Iglesia (que por gracia de Dios tenemos) puede ser fácilmente usada para alcanzar las cosas materiales que de otro modo nos costaría mucho esfuerzo conseguir. Giezi se parece de algún modo al mago Simón, en el libro de Hechos (Hch 8,18-24), queriendo ganar dinero y cosas materiales (quizás ropa, vestidos o joyas a expensas del reino de Dios). Mientras el apóstol Pedro predicaba junto a sus demás colaboradores, Simón el mago quería recibir el mismo poder de ellos para beneficiarse materialmente.


Aquí tenemos un caso muy parecido, mientras Eliseo está predicando y sanando, Giezi está pensando en los beneficios materiales de esa predicación y de esos milagros hechos por el profeta de Dios. Pero la historia no ha cambiado mucho, en pleno siglo XXI muchas personas se aprovechan del ministerio de otros, de la generosidad y desprendimiento de otros para satisfacer su propia codicia material. El monólogo interno nos indicará las motivaciones que tenemos para servir. ¿Por qué nos ofrecemos para servir a las mesas? ¿No será porque allí está nuestro tesoro? ¿Si no hubiera ninguna recompensa material, lo haríamos con el mismo interés? El Señor Jesús dijo: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Lc 12,34). Tener monólogos internos en los que la Palabra de Dios es menospreciada y empujada a un lado, reemplazada por nuestras viejas costumbres o maneras, no es lo que Dios quiere. La Biblia habla claramente de todo aquello en lo que debemos pensar (Flp 4,8). Y el apóstol Pablo nos da ejemplo de integridad y desprendimiento, cuando dice: “Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado…” (Hch 20,33).


2. Cuidado con usar el nombre del Señor en vano (5,20b y 22a.): Giezi usó dos expresiones para justificar su pecado, su monólogo interno, sus perversas intenciones. Dijo: “Vive el Señor”. “Mi señor me envía a decirte”. ¡Cómo es posible que este hombre pueda juramentarse para ir a pecar! Eso me recuerda a los ladrones que roban en nombre de Dios, los que justifican robar porque están necesitados y porque además todo mundo lo hace. O los sicarios que antes de matar se persigna y le ruegan a Dios o a la Virgen, aferrados a un crucifijo, para que la matanza les salga bien. ¡Qué triste!, pero hay cristianos que hacen lo mismo. Se justifican a sí mismos en sus acciones, usan el nombre del Señor. Su monólogo interno es más o menos el siguiente: “pues yo creo que si lo necesito lo puedo tomar, si ‛diosito’ me lo puso en el camino, es porque es para mí –aunque sea de otros–. Algunos dicen: “tomaré esto prestado y después lo repongo”, o, “no es tanto, es algo pequeño”, o, “yo también le he servido al Señor y he prestado de mis cosas, creo que tengo todo el derecho a tomar esto”. Todos esos monólogos internos son los de un Giezi, un hombre descalificado para el servicio, que pagará muy duramente todo lo que hizo.


Nuestro falso monólogo interno nos lleva entonces a querer usar el nombre del Señor para pecar. Pero la verdad es que no tenemos permiso ni autoridad de hablar en nombre de Dios, si Él no nos ha enviado. Cuidemos de caer en las conocidas expresiones como: “El Señor me reveló”. “El Señor me mostró” “El Señor me ha movido”. “El Señor quiere que…” Sé que Dios revela, habla y mueve, pero debemos cuidarnos de no usar estas expresiones cuando en realidad son nuestros propios deseos y ambiciones que, al igual de Giezi, corren tras Nahamán. Es muy fácil usar el nombre de Dios para lograr nuestros propósitos, como Giezi, quien aprovechó su posición para hablar en nombre de su señor. Cuidémonos de hablar en nombre del Señor siguiendo ambiciones personales pecaminosas. No tratemos de ‛aprovecharnos’ de Dios, para buscar nuestros intereses personales. Dios sabe por qué lo estamos siguiendo o tras de qué estamos…. ¿Cuando vamos a la iglesia o asistimos a alguna actividad, lo hacemos porque en verdad queremos oír a Dios y servir a otros, o porque queremos algún beneficio material aparte?


3. Cuidado con la mentira (5:22b): “He aquí vinieron en esta hora dos jóvenes”. Hablar en nombre de Dios cuando Él no nos ha mandado es caer directamente en la mentira. La mentira es una espiral incontenible que nos lleva de una mentira a otra para poder mantener la reputación. La mentira, por lo general, aparenta que todo está bien, que no ha pasado nada. Termina uno creyéndose la mentira como si fuera verdad. Cuando mentimos, ponemos palabras en la boca de otros para justificar nuestra codicia. Giezi dijo que todo estaba bien, pero la verdad era que todo comenzaba a estar mal, y lo estaría, definitivamente, al final. Nunca pensó que iba a ser descubierto. Pero entre cielo y tierra no hay nada oculto. A los hombres podemos engañar, pero no a Dios. Giezi le pidió a Naaman un talento de plata (algo así como 34 kg de plata o tres arrobas de plata o seis mil piezas de plata. Actualmente un gramo de plata en Colombia cuesta más o menos 1500 pesos. Es decir que en nuestros tiempos modernos, Giezi habría recibido unos 100 millones de pesos (alrededor de 50.000 dólares) más la ropa nueva de un capitán. Naamán era muy rico, según el mismo capítulo 5).


4. Cuidado con las máscaras (5,23a). “Y le insistió” Esta expresión “le insistió” hace pensar que Giezi se puso una máscara ante Naamán. Algo así como si Naamán le dijera: “no te lleves un talento, más bien dos”. Y Giezi respondiese: “— ¡Ay no, me da pena con usted; mi señor dijo que sólo uno!”. “—No, tranquilo, tome estos dos, replicó Naamán. “— ¡Uy pero no, de verdad, qué pena, mi señor dijo que sólo uno!, pero bueno…ya que insiste, pues le diré que usted fue muy generoso y quiso darnos dos—”. La máscara de la inocencia y del “no quiero tanto”, cuando en realidad el corazón pide más y más y más. Los hombres y mujeres que servimos en el ministerio debemos cuidarnos de la misma codicia.


5. Cuidado con los lugares secretos (5:24). “Y así que llegó a un lugar secreto”. Giezi tenía un lugar secreto donde guardar su pecado. Note los siguientes verbos: Llegó, Tomó, Guardó y Mandó. Había determinación, planificación y premeditación. Cuidado con los lugares secretos. En un hijo de Dios no puede haber sino un solo lugar secreto. El lugar secreto de la oración. “Y cerrada la puerta de tu aposento ora en secreto y tu Padre que te oye en secreto te recompensará en público” Ningún otro lugar secreto. Lo oculto, lo que se hace a escondidas para no ser vistos, en medio de la oscuridad, no pertenecen al reino de la luz.


El Señor quiere que andemos en luz como Él está en luz. Los lugares secretos son oscuros, nauseabundos, tétricos y terriblemente peligrosos. Este mismo principio de no andar teniendo lugares secretos y ocultos para cometer nuestros pecados se aplica a otras áreas de nuestra vida también: ¿adónde estamos yendo?, ¿qué lugares estamos visitando?, ¿qué ven nuestros ojos en la televisión?, ¿qué cosas mantenemos en secreto?, ¿qué vicios practicamos cuando nadie nos ve? Giezi llegó a un lugar secreto. En su propia casa tenía su pecado guardado. Decidió hacer de su morada un lugar de maldición. ¿Adónde van a parar las cosas que tomamos y que no nos corresponden? Habrá lugares secretos para otros pero no para Dios.


6. Cuidado con jugar con la integridad (5,25). “Tu siervo no ha ido a ninguna parte” Cuando Giezi entró al lugar donde estaba Eliseo, éste le preguntó dónde estaba y él muy cínicamente respondió: “Tu siervo no ha ido a ninguna parte”. Cuando perdemos la integridad estamos parados en la capa de hielo fino del lago de la perdición y en cualquier momento esta capa será quebrada. Lo triste de este caso es que el mismo pasaje dice: “entró y se puso delante de su señor”. Cuántos siervos que ya tienen y visitan lugares secretos entran y se ponen delante de su Señor, como si nada hubiese pasado. Ministran desde el púlpito como si no hubiesen hecho nada indebido, levantan las manos y adoran, hasta lloran en las plataformas y hablan con un manto de quebrantamiento falso. O cuántos hermanos en la iglesia, después de haber mentido, blasfemado, calumniado o robado levantan manos para adorar a Dios y cierran sus ojos y hasta lloran en la presencia de Dios, pero no son éticos, no son íntegros en sus responsabilidades personales, en sus negocios, en su trabajo. Siguen con la misma mentalidad del mundo. Queriendo sacar ventaja y provecho de las cosas sagradas. Giezi buscó sacar provecho y ventaja del ministerio profético. Se valió del oficio profético de Eliseo, de la curación milagrosa que Dios hizo a Naamán. Se aprovechó de Dios para buscar sus fines personales. Necesitamos cerrar esos lugares secretos para estar íntegros delante de nuestro Señor.


7. Cuidado con el pago justo (5,26-27). La Biblia dice claramente: “Todo lo que el hombre sembrare eso también segará” (Ga 6,7b). Tres cosas encontramos en estos dos versos que hablan de la posición de Dios ante nuestra negligencia. “¿No estaba también allí mi corazón?” El corazón de Dios está con sus siervos. No podremos ocultarnos de la presencia de Dios. El salmista David lo expresó cuando dijo: “¿A donde me iré de tu espíritu y adónde huiré de tu presencia?” El corazón del Señor esta siempre pendiente del movimiento de sus hijos, aun cuando estemos en lugares secretos. La Palabra de Dios dice: “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen un corazón perfecto para con él. ” (2Cr 16,9).


Eliseo le dijo a Giezi: “¿Es tiempo de tomar plata, vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas?”. Estamos viviendo los últimos tiempos. Nos ha correspondido a nosotros ser protagonistas de los últimos eventos de la historia y de la vida de la Iglesia, por lo tanto ya no hay tiempo para nuestro propio provecho personal. Hay una tarea que aún no se ha terminado y nos corresponde a nosotros terminarla. La Biblia dice en Ef 5,8: “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz”. “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? (1P 4,17). “Para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios” (1 P 4,2)

Eliseo termina diciendo: “Por tanto” (v.27)…Tal vez deberíamos pensar en ese “por tanto”. Es el resumen de todo, es lo que va a concluir el relato bíblico. Es la parte final y definitiva. El desenlace ocurre al final. Esta frase “por tanto” indica que hay suficientes razones y pruebas para que el Juez del universo se manifieste ahora en juicio y dicte la sentencia sobre Giezi.


No va a tener oportunidad de arrepentirse. Ha robado y mentido flagrantemente, y nunca se arrepintió en el camino. Tuvo el descaro de presentarse delante del profeta como si nunca hubiera pasado nada. Pero Dios todo lo ve y nadie se burla de Él, por tanto el juicio no se hace esperar: “La lepra se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre…”. ¿Podemos imaginar que todos los hijos de Giezi y sus descendientes sufrieran de lepra en algún momento de su vida? ¿Podemos imaginar lo que eso suponía?


Tener lepra era ser marginado por la sociedad, relegado al olvido, señalado por otros, menospreciado. Eso era la lepra. Pero hoy en día hay otras formas muy parecidas de lepra a las que nos exponemos y también a nuestros hijos: que no los quieran, que los vivan rechazando, que los tengan como olvidados, que los menosprecien, que no les vaya bien en la vida, que todo sea una lucha y un dolor para ellos, que no puedan alcanzar sus sueños. A veces ni nos damos cuenta de ello, pero la causa puede estar en nosotros, sobre todo si hemos conocido la Palabra de Dios pero hemos sido rebeldes y desobedientes. Seguimos pecando como si nada: robando, mintiendo, engañando, haciendo trampas en los negocios, invirtiendo mal el dinero, etc. Pero, por otro lado, cuando un padre o una madre deciden obedecer al Señor, tienen la oportunidad de bendecir a sus hijos para siempre. ¡Cómo cambió el futuro de Giezi por un pecado! Su futuro hubiera sido impresionantemente brillante si hubiera obedecido a Dios, pero por su rebeldía, terminó mal y arrastró a su familia con él.


Padres y madres, somos responsables por nosotros mismos y por nuestros hijos y nietos y demás generaciones, ante Dios. Somos responsables del futuro de ellos. A Naamán (el leproso), por su fe, le fue quitada la lepra. A Giezi, por su pecado, le fue traspasada la misma lepra. ¡Qué lamentable para Giezi trastocar su impresionante futuro y el de su familia! por un pecado. El pecado ofrece mucho y paga poco. Sería apropiado recoger algo de la sabiduría popular aquí: “en el día tendrás un minuto de estupidez, ten cuidado”.

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