Breves lecciones sobre sus vidas y canciones.
Un estudio sobre la vida y canciones de algunos de los más destacados compositores que registra la Biblia. Allí están, entre historia y profecía, entre Génesis y Apocalipsis. Algunos se ven, otros cuesta encontrarlos. Algunos los conoce: Moisés, David, Salomón. Otros usted ni se imagina que componían: Adán, Isaías, ¡el mismo Jesús! Todos escribían canciones. Estas son sus historias, sus canciones y las lecciones que aprendemos de ellos. En esta oportunidad le presento a: Asaf.
Asaf El compositor formativo.
A mi modo de ver Asaf es uno de los héroes musicales de la Biblia que pasan desapercibido por la mayoría. En mis más de 25 años de ser creyente una sola vez he escuchado una predicación basada en él o sus salmos. Una sola y eso fue hace más de 10 años.
Asaf no es el típico personaje bíblico sobre el cual alguien basaría un sermón o un estudio bíblico. Se podría porque se podría, pero parece ser que no es un personaje muy atractivo para muchos. Incluso yo, debo confesarlo, nunca había estudiado los pasajes que hablan sobre él sino hasta hoy que estoy publicando estos breves artículos sobre compositores bíblicos. Debo reconocer mi grata sorpresa el conocer un poquito sobre este músico tan importante de la época del rey David. Probablemente el más importante después de él.
Una de las primeras menciones de Asaf en los textos sagrados aparece en el mismo momento que David introduce correctamente el arca del pacto a Jerusalén. Digo: “correctamente” porque la primera vez que lo intentó se produjo un verdadero caos durante la celebración. Imagínese: ¡Alguien murió durante el trayecto!
Fue por eso que en esa segunda intentona David dijo: “El arca de Dios no puede ser llevada sino por los levitas; porque a ellos ha elegido Jehová para que lleven el arca de Jehová, y le sirvan perpetuamente… Y llamó David a los sacerdotes y les dijo: Vosotros que sois los principales padres de las familias de los levitas, santificaos, vosotros y vuestros hermanos y pasad el arca del Jehová Dios de Israel al lugar que le he preparado; pues por no haberlo hecho así vosotros la primera vez, Jehová nuestro Dios nos quebrantó, por cuando no le buscamos según su ordenanza” (1 Crónicas 15:2 y 11-13).
Habiendo enmendando el error David, con una compañía de músicos escogidos, se dispuso a entrar con el arca a la ciudad.
Como todos sabemos, el arca representaba la presencia de Dios entre el pueblo, y ésta había permanecido mucho tiempo fuera de Jerusalén, por lo que esta actividad se constituyó en un evento de gran envergadura para la nación. Es cuando David está por ingresar a la ciudad con el arca que se menciona por primera vez el nombre de Asaf: “Asimismo dijo David a los principales de los levitas, que designasen de sus hermanos a cantores con instrumentos de música, con salterios y arpas y címbalos, que resonasen y alzasen la voz con alegría. Y los levitas designaron a Hemán hijo de Joel; y de sus hermanos, a Asaf hijo de Berequías; de los hijos de Merari y de sus hermanos, a Etán hijo de Cusaías.… Así Hemán, Asaf y Etán, que eran cantores, sonaban címbalos de bronce…” (1 Crónicas 15.16-17.19).
Asaf era uno de los principales cantantes y músicos del reino de Israel y su debut fue dentro de la ceremonia más trascendente del reinado de David. Es decir, la llegada del arca. Asaf cantó y tocó durante ese magno evento y presenció todo cuanto ocurrió dentro del mismo. Él vivió la emoción que acompañó la procesión, vio al rey David danzar con locura delante de Dios, y a todo el pueblo extasiado uniéndose a ellos mientras entraban a la ciudad. Crónicas lo describe así: “De esta manera llevaba todo Israel el arca del pacto de Jehová, con júbilo y sonido de bocinas y trompetas y címbalos, y al son de salterios y arpas…” (1 Crónicas 15:28).
El pueblo celebraba la presencia de Dios con música y cantos, sus corazones se desbordaban de emoción ante el arca. Al punto que el mismo rey David danzaba y daba brincos de alegría porque al fin Dios se convertiría en el centro de la nación.
Después de ubicar el arca en la tienda que David había diseñado, de ofrendar generosamente sacrificios de adoración y de compartir una especie de refrigerio con todo el pueblo, la Biblia dice que David “puso delante del arca de Jehová ministros de los levitas, para que recordasen y confesasen loasen a Jehová Dios de Israel: Asaf, el primero; el segundo después de él: Zacarías; Jeiel, Semiramot, Jehiel, Matarías, Eliab, Benaía, Obed-edom y Jeiel, con sus instrumentos de salterios y arpas; pero Asaf sonaba los címbalos” (1 Crónicas 16:4-5).
Asaf no solo tuvo una participación especial dentro de la festividad que acompañó la procesión, sino que se convirtió en uno de los músicos de planta que estaban delante del arca. La versión “Dios Habla Hoy” traduce el texto que acabamos de leer así: “El jefe era Asaf, y después de él estaba Zacarías…”
Es decir, Asaf era un típico líder de alabanza de nuestros tiempos. Un cantante sobresaliente que poseía liderazgo musical entre los levitas.
Era como si David fuese el pastor y Asaf su principal ministro de alabanza.
Después de esto Crónicas dice que “en aquel día, David comenzó a aclamar a Jehová por mano de Asaf y sus hermanos: Alabad a Jehová, invocad su nombre, dad a conocer en los pueblos sus obras, cantad a él, cantadle salmos; hablad de todas su maravillas… Etc., etc., etc.” (1 Crónicas 16:7-9 y ss).
Si usted lee detenidamente el salmo que David entonó junto a Asaf y que aparece desde el verso 7 hasta el 36 notará que fue una canción sumamente amplia. ¡Y Asaf acompañó todo ese tiempo a David! Asaf y su equipo eran músicos muy habilidosos. Por eso cuando David quería alabar y adorar espontáneamente buscaba a Asaf y a su banda para dejar fluir su espíritu en adoración.
Muy probablemente Asaf era el músico con quien David sentía mayor afinidad. Por eso es que se les menciona juntos. David sabía que él era un músico con quien podía correr sin importar el rumbo melódico o armónico que tomara.
Definitivamente Asaf era un músico destacado dentro del ministerio de alabanza de aquella época. Al terminar este gran tiempo de adoración dirigido por David y Asaf, el texto dice que “todo el pueblo dijo, Amén, y alabó a Jehová. Y dejó allí, delante del arca del pacto de Jehová, a Asaf y a sus hermanos, para que ministrasen de continuo delante del arca, cada cosa en su día…” (1 Crónicas 16:36-37 y 43).
Como dije antes, Asaf era un típico integrante de equipo de alabanza a quien se le había designado un fuerte liderazgo y su respectivo turno para ministrar. Probablemente lo único que lo diferencia de algunos directores o músicos contemporáneos es que ministró bajo el liderazgo de David y con cientos de músicos y cantantes a su alrededor. Aparte de eso, por decirlo así, era un ministro de alabanza como los de hoy en día.
Por último, además de ser un extraordinario músico y cantante, Asaf era un gran compositor. El libro de los Salmos registra por lo menos 12 de sus canciones (El salmo 50, y desde el 73 hasta el 83).
Después de David, Asaf es el segundo principal compositor del libro de los Salmos.
LECCIONES DE COMPOSICIÓN DE LA VIDA DE ASAF.
1. Sin temor a abrir el corazón.
El Salmo más conocido de Asaf es el Salmo 73. Es como el “Renuévame” o “Enciende una luz” de Marcos Witt, “Al taller del Maestro” de Alex Campos o el “Quizás hoy” de Ricardo Rodríguez. Son canciones con las cuales identificamos a estos grandes compositores. Del mismo modo la canción más emblemática de Asaf es el Salmo 73.
Ahora bien, la expresión más conocida del Salmo 73 es “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti” (v. 25). ¿La había oído antes? Yo sí, muchas veces; sin embargo, de entre toda la riqueza de enseñanza que se puede extraer de este gran Salmo hay una lección que quiero resaltar: No temer a abrir el corazón.
Me sorprende la franqueza con la que Asaf describe sus sentimientos al ver la prosperidad de los paganos y de aquello que no temen a Dios. Él dijo: “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos” (v.2-3). Luego dice: “En vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia” (v. 13). Y después: “Se llenó de amargura mi alma, y en mi corazón sentía punzadas” (v. 21).
Pocos compositores se atreverían a confesar en sus canciones que han sentido envidia, que han creído que vivir en santidad ha sido en vano o que han abrigado resentimiento contra alguien. Asaf no era así, era distinto, él no tuvo miedo a que la gente supiera qué sentía. Él fue totalmente sincero y brutalmente franco al exponerse de esa manera. ¿Por qué? Porque un compositor no debe temer expresar lo que siente cuando compone.
Por lo general todo mundo trata de presentar su mejor cara en todo momento. El compositor no es la excepción. Lo hace cuando compone; sin embargo, no deberíamos ser así. Debemos ser transparentes en nuestra obra y mostrarnos tal cual somos. Cuando pasa eso las personas, al escuchar ese tipo de canciones, se identifican y dicen: “Caramba, ¡no soy el único que se ha sentido así!” O… “¡Dios mío! ¡Por fin alguien puso en palabras lo que yo siento!”
No tema a abrir su corazón. Asaf no lo tuvo y nosotros tampoco deberíamos.
2. Pensar como cuerpo.
Creo que parte del éxito de un compositor es que otros canten sus canciones. No digo que sea el todo pero en lo personal no conozco a ninguno que no quiera que por lo menos alguna vez alguien entone sus alabanzas. Ahora, para conseguir esto se requiere que el compositor escriba algo con lo que otros se identifiquen. Si yo compongo algo con lo que solo yo me emocionaré entonces solo yo lo cantaré, pero si escribo algo con lo que muchos se identificarán entonces tengo mayores probabilidades de que otros lo canten.
Leyendo los salmos de Asaf noté un detalle que por lo menos para mí es interesante. Asaf apeló al patriotismo y al sentido de nación que el judío promedio tenía. Es decir, cuando el compuso pensó en el pueblo de Dios como un cuerpo, como una unidad. Si usted hace el ejercicio de leer los Salmos 73 al 83 notará que muchos de ellos son oraciones a favor, en defensa o lamentándose por Israel. Por ejemplo, el 74 dice: “¿Por qué oh Dios nos ha desechado para siempre? ¿Por qué se ha encendido tu furor contra las ovejas de tu prado? Acuérdate de tu congregación…” (v. 1-2). Fíjese, no dice: “¿Por qué me has desechado?” ni “acuérdate de mí”. No, él escribe en plural, pensando en que sus canciones serán cantadas por todo el pueblo.
Otro ejemplo, el Salmo 80 dice: “¡Oh Jehová de los ejércitos, restáuranos! Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos” (v. 19). No dice: “Restáurame” ni “Sálvame”. Claro, hay salmos que sí contienen oraciones personales, pero no todos. Sus canciones apelaron a los intereses que en aquel entonces importaban a todos, como pueblo y como nación.
El Antiguo Testamento dice que unas décadas después del reinado de David y del ministerio de Asaf, el pueblo de Israel se apartó de Dios y la adoración al Señor decayó, la nación se volvió tras otros dioses. En medio de esas circunstancias apareció Ezequías, quien protagonizó uno de los avivamientos más famosos de la historia del país. Fue allí, cuando restauró el templo de Jerusalén, que incentivó al pueblo a volverse a Dios y donde dio la orden de que “los levitas alabasen a Jehová con las palabras de David y de Asaf vidente…” (1 Crónicas 29:30).
¿Por qué Ezequías pidió que usaran las canciones de Asaf para acompañar dicho evento? ¿Por qué pidió que cantaran sus letras? Porque si lee las canciones de Asaf notará que apelan al sentir de una nación que clama por la intervención de Dios en los asuntos más relevantes del pueblo. Un sentir de justicia, defensa y restauración. El rey Ezequías se sintió identificado con sus canciones y por eso pidió que todos las cantaran. Eran las más apropiadas para las circunstancias que estaban viviendo.
La próxima vez que componga piense en lo siguiente: ¿se identificará la gente con lo que estoy componiendo? ¿Apela esta canción a un sentir general que todos experimentamos o nada más al mío?
Si su canción va gozar de una identificación general sería bueno compartirla. Sino, es mejor esperar compartir una con la que otros podrán identificarse.
3. Vertirse en la vida de otros.
Esta es la primera vez que comparto algo que me pasó hace unos 12 años. Estaba en casa de mi amigo Rafael Domínguez (Wichi). Resulta que teníamos la costumbre de reunirnos simplemente para conversar y escuchar música. En ese entonces Wichi contaba con una amplia y muy respetada colección de música cristiana. Esa vez estábamos escuchando varios discos de Integrity Music, recuerdo en especial uno de Don Moen que me impresionó mucho. De repente tocaron el timbre. Él salió de la habitación y fue a abrir. Yo seguí escuchando música. Como ya habían pasado 20 minutos y Wichi no regresaba apagué el equipo de sonido y salí a la puerta. Allí lo encontré conversando con alguien que al verme me dijo: “¿De dónde vienes tú? ¿Verdad que has estado en la presencia del Señor?” Yo simplemente respondí: “Mmm… Pues estaba adentro escuchando música…” “¡Mira cómo se me erizó la piel cuando te vi!” Me dijo extendiendo su brazo. En ese momento exclamó: “Así te dice el Señor: Tu nombre es Asaf…” y comenzó a profetizarme cosas muy especiales relacionadas al ministerio de la música.
Bueno, volviendo al presente, durante estos días que he estado escribiendo estos artículos sobre compositores bíblicos y conociendo un poco más sobre la vida de Asaf recordé las palabras de este hermano que espontáneamente me profetizó. Probablemente es hasta ahora que estoy comprendiendo a qué se refería con el calificativo que me dio. Lo que pasa es que hay una característica de este gran músico que me ha impresionado y con la cual me identificado mucho: la formación de músicos.
Si se fija bien, en repetidas ocasiones, tanto en Crónicas como en Esdras y Nehemías, se utiliza la expresión: “Los hijos de Asaf” (ver 1 Crónicas 25.1; Esdras 2:41, 3.10; Nehemías 7:44). Los cuales eran descendientes directos de Asaf. En todas las ocasiones que se menciona a “los hijos de Asaf” se relaciona a sus habilidades musicales.
¿De qué nos habla esto? Que Asaf tenía un espíritu formador de músicos. Parte de su llamado era enseñar, adiestrar y estimular a otros para que se dedicasen al canto, la música y la composición. Al punto que sus discípulos (su propia familia) siguieron sus pasos y por eso varias generaciones después encontramos a “los hijos de Asaf” dedicándose a aquello para lo cual su padre los adiestró.
Interesantemente gracias a esta vocación de Asaf el pueblo de Israel se vio beneficiado significativamente. Por ejemplo, ¿recuerda la guerra que Josafat tuvo que enfrentar contra tres pueblos enemigos y que está descrita en 2 Crónicas 20? ¿Recuerda que al ellos verse rodeados no supieron qué hacer sino clamar a Dios por un milagro? Pues en ese instante la Biblia dice que “estaba allí Jahaziel hijo de Zacarías, hijo de Benanías, hijo de Jeiel, hijo de Matanías, levita de los hijos de Asaf, sobre el cual vino el Espíritu de Jehová en medio de la reunión, y dijo: Oíd, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú rey Josafat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios…” (1 Crónicas 20:14-15).
Es decir, aun décadas después de la muerte de Asaf, Israel se vio beneficiado por los músicos que él había formado, los cuales siguieron formando más y más músicos tras de sí. Si Asaf no hubiera cumplido su llamado seguramente uno de los suyos (Jahaziel) no se hubiera levantado a profetizar ese día que Josafat y todo Israel necesitaban una palabra de parte de Dios.
Hace unos meses estaba orando. Desde días antes venía arrastrando ciertas insatisfacciones con el equipo de alabanza de mi iglesia. Por cierto, algunas de esas quejas ya las había trasladado a un par de amigos. Esa vez que oraba sentí que el Señor me reprendió y me dijo: “Tu problema es que esperas tener músicos ya formados, nunca te has visto como un formador de músicos”.
Desde esa vez mi actitud comenzó a cambiar, dejé de quejarme y me volví más propositivo que antes. Claro, aun me falta muchísimo para ser un Asaf contemporáneo, pero en eso estoy, viéndome a mí mismo como un formador, como alguien puesto en esta ciudad para animar a otros a la excelencia musical y a la composición.
¿Y usted? ¿Está haciendo lo mismo que este gran hombre? ¿Se está vertiendo en otros? ¿Está motivando a los suyos al canto, la música y la composición?
Oro a Dios que así sea.
Los levitas
He aquí, yo he tomado a los levitas de entre los hijos de Israel en lugar de todos los primogénitos, los primeros nacidos entre los hijos de Israel; serán, pues, míos los levitas.' (Números 3:12)
Hay una razón por la que los levitas son apartados para el servicio de Dios en el tabernáculo: sustituyen a los primogénitos de Israel, sobre quienes Dios tiene derechos como Redentor, desde el momento en que los primogénitos de Israel fueron rescatados de la muerte en Egipto por el sacrificio del cordero de la Pascua. Por lo tanto, los primogénitos le pertenecen de una manera especial, no solo por razón de generación sino por razón de redención (Números 3:13). Esa pertenencia se debe expresar mediante la consagración, ya que su existencia se la deben a Dios. Esa consagración la llevarán a cabo los primogénitos en las personas de los levitas. Esta noción es esencial, porque nos enseña que somos redimidos no para que a partir de entonces vivamos como queramos, sino para que vivamos para Dios.
Como el número de levitas censados fue de veintidós mil (Números 3:39) y el de los primogénitos fue de veintidós mil doscientos setenta y tres (Números 2:43), había una descompensación de doscientos sesenta y tres a favor de estos últimos. Estos doscientos sesenta y tres fueron rescatados mediante un pago de dinero, consistente en cinco siclos de plata por cabeza (Números 3:46-47). No hay que confundir este pago de rescate con el que Dios manda realizar en Éxodo 30:11-16, el cual todos los censados de más de veinte años de la congregación estaban obligados a pagar; este pago fue de medio siclo de plata, de cuyo montante procedió la plata de las bazas y capiteles del tabernáculo.
Todo lo anterior puede inducir a pensar que los levitas son puestos en esa posición, aparte de su voluntad o en contra de su voluntad. Pero hay un incidente en el que vemos su celo por Dios (Éxodo 32:26-29), a raíz del cual quedan consagrados para el servicio, al anteponer a Dios por delante de sus seres queridos. Ese incidente marca un principio fundamental: aquellos que van a servir a Dios han de tener celo santo por sus cosas, hasta el punto de no anteponer nada ni nadie a él, de lo contrario están incapacitados para dicho servicio. Algo que posteriormente Jesús volverá a recalcar (Lucas 14:26).
Para la consagración de los levitas hubo una ceremonia en la que fueron ofrecidos a Dios, siendo los sustitutos de todo Israel en el ministerio del tabernáculo. Esa ceremonia (Números 8:6-22) estuvo marcada por la noción de sustitución; en efecto, los israelitas pusieron sus manos sobre los levitas (Números 8:10) y éstos, a su vez, sobre los novillos que iban a ser ofrecidos como expiación y holocausto en su lugar (Números 8:12). Su ministerio lo ejercían desde los 30 años a los 50, según Números 4:3, aunque según Números 8:24 era desde los 25 a los 50 años. En cualquier caso se trata de un indicador que muestra el lapso de tiempo marcado por la madurez y plenitud de vida.
Su servicio de dedicación pleno en el tabernáculo significaba que no tenían medios de vida como las otras tribus de Israel, por lo cual Dios les asigna los diezmos del pueblo (Números 18:24). A su vez los levitas diezmaban ese diezmo, destinándolo para los sacerdotes (Números 18:26-27). Una vez establecidos en Canaán, Dios manda que se les asignen ciudades donde vivir (Números 35:2), de las cuales seis de ellas serán ciudades de refugio adonde puedan encontrar asilo los homicidas involuntarios (Números 35:6).
Su oficio consistía en estar a disposición de los sacerdotes en todo lo referente al servicio del tabernáculo, como la custodia de sus utensilios y el montaje y desmontaje del mismo (Números 1:50-51). Sin embargo, había una diferencia entre el ministerio de los levitas y el de los sacerdotes, en el sentido de que los primeros tenían restringida la entrada a la morada y al altar (Números 18:3). De hecho ni siquiera les estaba permitido ver y menos tocar los utensilios de la morada, que una vez desmontados habrían de llevar (Números 4:15,20).
Estaban alojados alrededor del tabernáculo, según la disposición establecida en Números 1:53 y el orden de Números 3:23, 29,35.
El orden para desmontar el tabernáculo era el siguiente, según Números 4:
Arca del testimonio. Mesa de la proposición. Candelabro. Altar de oro. Altar de bronce.
Del reparto de responsabilidades de sacerdotes y levitas se infiere lo siguiente:
Cada clan de sacerdotes y levitas conocía perfectamente cuál era su responsabilidad.Había una división de tareas, lo cual evitaba la duplicidad de la mismas, con el gasto inútil de energía que ello supone y la rivalidad entre hermanos, al no haber competencia por hacer lo mismo.Nada quedaba a la improvisación o a la indefinición, lo que podría haber ocasionado tardanzas, desarreglos y pérdidas de materiales.Se llevaba cuenta precisa y exacta de todos los objetos del tabernáculo, de manera que hasta los más pequeños quedaban anotados (Números 4:32)
El Ministerio del Salmista
"El Rey David era guerreo, profeta, rey, y sobre todo, un Salmista. A finales de su reino, estableció una orquesta y coro de 4000 músicos Levitas (1 Crónicas 23:1-5). De estos, 288 fueron específicamente ungidos para profetizar “a la orden del rey” y fueron “instruidos en música de Jehová” (1 Crónicas 25:2-7). Estos 288 eran los Salmistas, un grupo que ejercía el ministerio de David de alabanza y adoración a Jehová, por el pueblo.
Estamos viendo el cumplimiento de las profecías concerniente a la restauración del Tabernáculo de David, y la alabanza y adoración profética es una de las estacas claves. Tal como Dios está restaurando el ministerio apostólico y profético en general, ha llegado el tiempo para la Iglesia tomar el ministerio profético del Salmista.
Un Salmista, es mucho más que un director de alabanza, o director musical, o el que dirige coritos. Él es como un pintor que con sus brochas pinta un cuadro sobre una canva. Música es la brocha del Salmista. Este pinta en el ambiente, la atmósfera en la cual se quiere mover el Espíritu Santo. A veces, escucha música en su espíritu la cual duplica con su instrumento. Otras veces, el Espíritu Santo le dirige a crear una atmósfera para sanidad, liberación, o libertad de opresión. El Salmista tiene que ser sensitivo al mover del Espíritu Santo y fluir de acuerdo a este. Es llamado a crear esa atmósfera en la cual todos son libres para dar y recibir.
Como predicador y maestro de la palabra de Dios, he estado en muchos lugares. En unos la ministración de la palabra es como tirar una pelota contra la pared. En cambio, en otros lugares el fluir de la palabra es una delicia. Las personas están listas para recibir antes de comenzar a predicar. La diferencia, ha sido hecha por el ministerio de alabanza y adoración en estos sitios. Gloria a Dios por Salmistas, que saben preparar el ambiente en el cual se mueve el Espíritu de Dios. Entienda esto, el Salmista no toma el lugar de la predicación; el prepara al pueblo para recibir el consejo de Dios, por medio de la predica y enseñanza de la palabra.
Salmear es una conversación musical entre Dios y el hombre. El Salmista interpreta esta conversación. A veces la canción viene de parte de Dios, y otras veces de parte del hombre hacia Dios. Hay quienes no creen que Dios canta, pero el profeta Isaías en el capítulo 5 nos muestra lo contrario. En ese capítulo, el profeta hace el papel de Salmista por el cual Dios interpreta un canto.
El llamado del Salmista es algo muy serio. Un peligro que existe en este tiempo, es la imitación. Es el tomar un ministerio porque este de moda. Vemos como se pone de moda una forma de vestir y todos quieren vestir igual. O como se pone de moda cierto tipo de música y todos la quieren tocar. Ministerialmente, no podemos tomar un ministerio porque este en surgimiento. El ministerio, incluyendo el del Salmista es un honor que solo Dios concede - “Ni nadie toma para sí la honra, sino el que es llamado de Dios, como Aarón” (Hebreos 5:4).
El Salmista debe de tener un corazón limpio. El Salmista representa a Dios por medio de la música. Tiene que tener un corazón sensitivo a la voz de Dios y siempre juzgar los motivos de ese corazón. Recuerde que el Salmista no es perfecto (así como ninguno en cualquier otro ministerio). Por esta razón el Salmista debe recibir la corrección del Señor cuando esta sea necesaria. El rey David no era perfecto, cometió adulterio, mato a un hombre, etc. pero su corazón era obediente a la corrección del Señor. David siempre escuchó, cuando era corregido por el profeta y se arrepentía de sus pecados.
Si el orgullo toma asiento en el corazón del Salmista, este no oirá a Dios, sino que comenzara a confiar en sus propios talentos y logros. El Salmista nunca debe de confiar en sus habilidades propias; su confianza siempre debe de estar en Dios (1 Samuel 17:37).
Cuantos cantantes Cristianos, comienzan un ministerio lleno de humildad y luego al grabar un CD se sienten ser “la gran cosa”. Comienzan como un ministerio de música, pero luego no son otra cosa que “artistas” y “entretenedores musicales”. Se han exaltado a un lugar de gloria.
El ministerio del Salmista data desde antes de la creación del mundo. Satanás, en su estado de Lucero hijo de la mañana era el Salmista entre los ángeles de Dios (Ezequiel 28:14). El capítulo 14 del profeta Isaías no dice que su caída fue a causa de un gran Yo. Es importante que el Salmista mantenga su corazón lleno de la palabra de Dios. Esto mantendrá fuera el espíritu de orgullo (Salmos 119:11), el amor será perfecto (1 Juan 2:5), y tendrá abundancia de cantos (Colosenses 3:16). Es muy peligroso, el presumir ser Salmista sin una consagración total a Dios y sus caminos.
La mira del Salmista siempre tiene que estar puesta en Jesús. La Salmista Robín Green, tuvo una visión concerniente a esto. Dice que vio como miles de animales eran sacrificados en el templo de Dios. Algo como lo ocurrido durante la dedicación del Templo de Salomón (1 Crónicas 8:62-63). Vio los músicos y cantantes que miraban hacia arriba. Estaban de pie delante de los animales sacrificados. Miles de animales muertos, no era algo bonito para mirar. El olor a sangre, el grito de los animales al ser sacrificados.
Robín le pregunto al Señor que significaba esta visión. El Señor le contesta, que cuando sé ministra en la alabanza y adoración, es como estar de pie delante del sacerdote que sacrifica los animales. Uno no debe de ser movido por el ruido, o por el olor. El Salmista no puede dejarse mover por como la congregación está respondiendo a su ministración en alabanza y adoración. Su foco tiene que ser el Señor y responder a las necesidades del pueblo bajo la dirección del Espíritu Santo.
Son muchos los líderes de alabanza que he visto emprenderla contra la congregación porque esta no canta con ellos, o no está cantando como ellos quieren. Toman la espada del sacerdote y sacrifican al pueblo con el sacrifico. “Están fríos, canten, canten” le gritan a la congregación. Como dice un pastor amigo, “Si se duerme la congregación, despierten al predicador”. Quizás el problema está en el director de alabanza y no en la congregación.
La audiencia del Salmista es Dios primeramente. Ministre a Dios antes de ministrar por él. No importa cuán impresionante seamos musicalmente, es del corazón del Salmista que tiene que salir la ministración. Un Salmista tiene que tener un corazón que ha aprendido a ministrar a Dios en lo secreto para luego ser recompensado en público.
El llamamiento de Dios en esta hora, es para todos los directores de alabanza y adoración, directores de música, y cantantes. Dios quiere Salmistas que profetizan con sus instrumentos y voces. Dios ha levantado una generación que está sacando lo añejo para que entre lo nuevo. Dios quiere que la Iglesia entre a un nivel donde la alabanza y adoración es mucho más que cantar coritos. Dios está levantando Salmistas proféticos para este propósito.
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