Isaías 1:6
Corría el año 1920. Los jóvenes Earle y Josefina Dickson estaban disfrutando de su vida de recién casados; sin embargo, tenían un pequeño problema: Josefina todavía no dominaba sus nuevas y numerosas obligaciones domésticas y culinarias, por lo que a menudo se quemaba o cortaba los dedos preparando las comidas.
A pesar de que vendaban cuidadosamente sus heridas con algodón y gasa, el método era complicado e inconveniente. Earle, quien trabajaba para una fábrica de vendas quirúrgicas, comenzó a pensar que debía haber una mejor manera de tratar las pequeñas lesiones de Josefina.
Así, cortó pequeños cuadrados de gasa, los cubrió con una tela delgada conocida como crinolina, y los puso en pedazos de cinta adhesiva. Los pequeños cuadrados de vendas eran muy fáciles de aplicar en heridas y raspaduras. Al poco tiempo Earle compartió su invención con su jefe, quien la encontró innovadora y muy práctica.
Lo que comenzó como una simple idea en el hogar de los recién casados, pronto se convirtió en la marca Band-Aid ® de parches curita, las primeras vendas autoadhesivas del mundo para heridas pequeñas, producidas por la compañía Johnson & Johnson ®.
Historia del cuidado de las heridas
Las vendas autoadhesivas son hoy por hoy un elemento indispensable en los botiquines caseros y en los equipos de primeros auxilios.
En tiempos antiguos los apósitos, que son vendajes medicados, incluían ingredientes como aceite, miel, vinagre y vino, lo que ofrecía algo de protección contra las infecciones. El famoso relato bíblico del buen samaritano describe cómo éste usó aceite y vino para curar y vendar las heridas de un hombre al que habían atacado, robado y dejado por muerto (Lucas 10:34).
Aparte de esos métodos antiguos, muchos de los grandes avances en el tratamiento de lesiones comenzaron en el siglo XX.
El tratamiento adecuado de las lesiones físicas es crítico para ayudar al cuerpo en sus procesos de sanación naturales. Sin embargo, es necesario referirse a otro aspecto del tratamiento de heridas: el cuidado de las heridas espirituales, que generalmente se pasan por alto.
Isaías 1:6 declara: “Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite”.
Dios estaba hablando figurativamente a través de Isaías acerca de la terrible condición espiritual del pueblo de Israel. Sin embargo, esta escritura se aplica igualmente a todas las sociedades humanas, pasadas y presentes.
La deficiente condición humana
En este mundo existen hombres y mujeres atormentados por heridas espirituales graves que necesitan vendaje y sanación (Proverbios 17:22). La gente se lastima mutuamente mediante actos de egoísmo, violencia y abuso que producen angustia, dolor y desesperación. Pero ¿por qué existen estas espantosas circunstancias? La causa principal es la propensión de la gente a decidir por sí misma lo que es correcto e incorrecto, bajo la influencia engañosa y maliciosa de Satanás el diablo (Proverbios 14:12; 2do Corintios 4:3-4),
La Biblia revela que Dios les da a todas las personas el “espíritu del hombre”, el cual le imparte a la mente todo lo que facilita el conocimiento humano, la creatividad y el logro de metas (1ro Corintios 2:11-12). No obstante, incluso con este espíritu, la mente humana es limitada o incompleta (Romanos 8:7). Es incapaz de amar a la manera de Dios o de alcanzar una comprensión espiritual superior (1ro Corintios 2:10).
Las personas en general tienen una habilidad muy limitada y superficial para creer en Dios y apreciarlo, y son incapaces de comprender su increíble propósito al crear a la humanidad (Salmos 8:5-6). Además, aunque obedezcan los mandamientos de Dios al menos en la letra –por ejemplo, no robando, mintiendo o matando– no pueden obedecer verdaderamente lo más importante, que es la dimensión espiritual de los mandamientos (1ro Corintios 2:14; Isaias 55:8-9).
Esta deficiente característica humana se traduce en un escaso o nulo interés en los asuntos espirituales (Romanos 3:11; Efesios 4:17-18). También promueve acciones motivadas principalmente por el egoísmo, el engaño y la arrogancia, generando heridas deplorables, tanto emocionales como espirituales (Jeremías 17:9; Gálatas 5:19-21).
El resultado de esta indignante situación es representado en un pasaje en el cual la gente comprende de manera figurativa lo que le está pasando: “Por esto se alejó de nosotros la justicia, y no nos alcanzó la rectitud; esperamos luz, y he aquí tinieblas; resplandores, y andamos en oscuridad” (Isaías 59:9).
Poniendo por escrito las amargas lecciones del fracaso
Pero, ¿por qué ha permitido Dios esto? La respuesta es resumida en Salmos 127:1: “Si el Eterno no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican”. Esto significa que nada espiritual que vaya a durar puede ser construido a menos que el Creador esté involucrado.
Al crear la vida humana, Dios les dio a los seres humanos la libertad para gobernarse a sí mismos. A través de la historia ellos han diseñado, desarrollado y operado sus propias entidades políticas, sistemas económicos y religiones. Pero todas estas estructuras han fracasado, porque Dios fue excluido de sus planes y proyectos (Proverbios 14:12). El resultado es el sufrimiento, la tiranía, la crueldad y la pobreza que han afligido a la humanidad desde el huerto de Edén.
En su perfecta sabiduría, nuestro Creador ha permitido que la gente escriba estas trágicas y amargas lecciones de desastre y fracaso. Él quiere que los humanos lleguen a la inconfundible conclusión de que sin él, su propia manera de vivir produce dolorosas heridas espirituales y la muerte (Jeremías 10:23). Por lo tanto, él ha puesto en marcha un plan para mostrarles cómo pueden evitar esas consecuencias mediante el respeto y la obediencia a sus leyes de vida (Mateo 22:37; 19:17).
Sin embargo, muchos cristianos tradicionales creen que los mandamientos que Dios les dio a los israelitas en su pacto con ellos en el monte Sinaí tenían defectos, y que Jesucristo vino a abolirlos. Pero Jesús dijo exactamente lo opuesto (Mateo 5:17).
Y aunque sí había un defecto en ese pacto, éste no tenía que ver con los mandamientos. “Pero Dios, reprochándoles sus defectos, dijo: vienen días –dice el Señor– en que haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá” (Hebreos 8:8, Nueva Versión Internacional, énfasis nuestro).
El problema eran los corazones y las mentes de los israelitas: su forma de pensar y actitud (Números 15:39). Ellos pudieron haber obedecido, al menos en la letra de la ley, pero no tuvieron el corazón para hacerlo (2do Corintios 3:14-16). Esa misma condición aflige a la gente en la actualidad.
El componente que falta es revelado
¿Tiene solución este dilema? ¡Sí! El propósito y plan de Dios es proveerles a todos los seres humanos el componente espiritual fundamental que les falta para hacerlos completos (Romanos 8:4). ¿Cuál es ese componente divino? Es la esencia de la mente, el poder, la justicia y la santidad misma de Dios, descrita en las Escrituras como el Espíritu Santo (1ro Corintios 2:11).
La unión del espíritu humano con el Espíritu de Dios puede infundirle a una persona el poder para reemplazar los pensamientos y las actitudes dañinas con una voluntad fuerte y sincera para obedecer a Dios y preocuparse genuinamente por otros (Romanos 8:5-8, 2da Pedro 1:4). Al darle a la gente su Espíritu Santo, Dios comienza el proceso de sanación de sus heridas espirituales (Salmos 147:3).
¡Pero él todavía no ha puesto en marcha todos los elementos de su plan! Dios no está vendando todas las heridas espirituales ni ofreciendo su Espíritu Santo a la mayoría de la gente ahora (Romanos 11:8). Él está permitiendo que la gran mayoría permanezca espiritualmente ciega (v. 25).
Jesucristo dejó en claro este hecho cuando sus discípulos le preguntaron por qué usaba parábolas para enseñarle a la gente. Él respondió que solo a ellos –sus verdaderos seguidores– se les permitía saber “los secretos del reino de los cielos” (Mateo 13:11, NVI), pero a otros no (v. 13).
¿Por qué Jesús no sanó las mentes y los corazones de las personas inmediatamente? ¿No hubiese sido bueno que sus heridas espirituales fuesen limpiadas y vendadas? La respuesta es que aún no estaban listas para que Dios las llamara (vv. 14-15). ¿Estaba siendo Dios injusto? No, porque él tiene un maravilloso plan para darles eventualmente a todas las personas que han vivido y que vivirán, la oportunidad de conocerlo a él y su camino de vida (Romanos 9:14-15; 2da Pedro 3:9).
A todos se les dará la oportunidad
Cada persona que ha muerto sin haber tenido acceso al Espíritu Santo de Dios será resucitada como ser humano físico y se le ofrecerá esa dádiva divina (Hebreos 8:10). “Y sabréis que yo soy el Eterno, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi espíritu en vosotros, y viviréis” (Ezequiel 37:13-14). En el plan de Dios para la sanación y salvación espiritual nadie será excluido, excepto los malvados incorregibles que rechazarán esta oferta de salvación.
Por ahora, él está llamando a personas para que escapen de la oscuridad de este mundo (Juan 12:46; 1ro Corintios 1:26-27). Cuando se arrepienten, bautizan y reciben el perdón de sus pecados, Dios les da su Espíritu Santo. Esto comienza el proceso de sanación de sus heridas espirituales, para que puedan tener un nuevo comienzo y dedicar su vida al servicio a Dios y su prójimo ahora y en su reino venidero (Efesios 1:7; 1ra Pedro 2:5; Apocalipsis 5:10).
Antes de la conversión, la gente que Dios llama a su Iglesia ha sufrido las consecuencias de vivir en este mundo de pecado. Debido al dolor producido por sus heridas espirituales, han necesitado vendajes y sanación (Hebreos 12:12).
Pero tal como toma tiempo sanar las heridas físicas, lo mismo sucede con las heridas espirituales, ya que las tribulaciones que acarrea el pecado a veces pueden tener efectos de largo plazo. Para que un cristiano sea sanado divinamente de sus caminos pecaminosos pasados se requiere que él o ella pongan en práctica una fe profunda, y también paciencia, mientras desarrollan una relación sólida con Dios a través de Jesucristo (Apocalipsis 14:12; Judas 1:20; 1ra Tesalonicenses 5:17).
La oscuridad espiritual se acabará
A través de sus vidas, los cristianos deben llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2do Corintios 10:4-5). Mientras cumplen con esta responsabilidad, su propio dolor se disipa a medida que son renovados espiritualmente. Cuando esto comienza a llevarse a cabo, esperan con ansias el maravilloso período futuro cuando todo el resto de la gente tendrá sus heridas espirituales limpiadas, vendadas y sanadas al comienzo de la segunda venida de Cristo (Ezequiel 34:16, Malaquías 4:2).
Se les ofrecerá el conocimiento completo y divino de Dios y sus caminos. Dios dice: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:26-27).
Cuando ese día finalmente llegue, la oscuridad espiritual que ha esclavizado a la humanidad a lo largo de la historia por fin se acabará (Isaías 29:18). Se les ofrecerá a todos los seres humanos el componente vital que les falta, el Espíritu Santo de Dios, para que sus heridas espirituales puedan ser vendadas y sanadas por completo.
Pero por ahora Dios está llamando solo a unos pocos. De hecho, puede que él lo esté invitando a usted a ser parte de su Iglesia. ¿Contestará su llamado para que él pueda comenzar a vendar y sanar sus heridas espirituales? ¡Él espera su respuesta!
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