“Jesús les dijo: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí, Señor. Él les dijo: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas”.
Mateo 13:51-52
Introducción
Con estas palabras el apóstol Mateo cierra esta maravillosa sección donde nos ha presentado siete de las parábolas que Jesús enseño durante su ministerio las cuales están relacionadas con las verdades espirituales referente al reino de los cielos. Nuestro Señor Jesucristo acaba de terminar sus enseñanzas en forma de parábolas y quiere estar seguro que sus discípulos hayan entendido el significado de las mismas por lo que les pregunta si esto es así. También termina sus enseñanzas con un símil donde compara a sus discípulos con un padre de familia que, teniendo tesoros viejos y nuevos, los saca para compartirlos con sus hijos con el fin de enriquecerlos de acuerdo al buen uso que estos le puedan dar. Con estas palabras quedará claro lo que el Señor esperaba de sus discípulos, y en general de cada uno de nosotros en cuanto a la responsabilidad que tenemos de enseñar a otros los preceptos divinos como todos unos escribas diligentes. Veamos en detalle la exégesis de estas palabras.
Las Parábolas son Comprendidas por los Discípulos
“Jesús les dijo: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí, Señor”.
Mateo 13:51
Cuando Jesús termino de enseñar sus parábolas a las multitudes les pregunto a sus discípulos si las habían entendido: Jesús les dijo: ¿Habéis entendido todas estas cosas? A lo que sus discípulos respondieron con un sí. Como ya vimos anteriormente nuestro Señor tenía un propósito al hablarle a la gente en forma de parábolas. Aparte de ser un cumplimiento profético las parábolas representaba para los incrédulos un misterio que no lograban entender por la dureza de sus corazones, pero por otro, para los creyentes eran misterios que les revelaban grandes promesas del reino de los cielos.
Por esto mismo, Jesús tomo tiempo para explicarles algunas parábolas que ellos no entendían, tal y como lo vimos en versículos anteriores en este capítulo 13 cuando les explico el significado de la parábola del sembrador y el trigo y la cizaña. Hoy en día hay muchas cosas en la Biblia que el hombre natural no puede comprender, o las interpreta mal; pero para los hijos de Dios no es así ya que tiene al Espíritu Santo el cual ilumina su corazón y mente para llegar a comprenderlas: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”, (1 Corintios 2:14). Lo cierto es que la Biblia es un libro que guarda grandes misterios, pero con la ayuda del Espíritu Santo y nuestro esfuerzo por estudiarla y comprenderla podemos llegar a edificarnos para justicia y bienestar de nuestra alma.
Los Nuevos Escribas de Cristo
“Él les dijo: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas”.
Mateo 13:52
En tiempos del Antiguo Testamento los israelitas levantaron un oficio conocido como los escribas los cuales tomaron gran relevancia en tiempos del regreso de los judíos de su cautividad de 70 años en Babilonia. Uno de los escribas más reconocidos en esta época fue el sacerdote Esdras: “Este Esdras subió de Babilonia. Era escriba diligente en la ley de Moisés, que Jehová Dios de Israel había dado”, (Esdras 7:6), y consagro su vida al estudio, practica y enseñanza de la ley de Dios: “Porque Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos”, (Esdras 7:10). La función de estos escribas consistía en preservar la ley de Dios, en realizar copias fieles de la misma, y de enseñar sus estatutos a Israel. Obviamente, estos eran hombres instruidos que conocían las Escrituras, y en los tiempos de Jesús era uno de los grupos religiosos más importantes que existían, junto con los fariseos y saduceos.
Sin embargo, estos escribas de los tiempos de Jesús se habían quedado con las interpretaciones de los antiguos rabinos, y su énfasis estaba en los cientos de reglas y mandamientos de hombres que se habían establecido, y que como ya vimos anteriormente no ayudaban en nada a la gente a acercarse a Dios, lejos de eso eran pesadas cargas que hacían más difícil la vida: “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas”, (Mateo 23:2-4). Estos escribas eran los responsables de velar por preservar la palabra de Dios, de vivir de acuerdo a ella y enseñar sus innumerables riquezas espirituales al pueblo, pero lamentablemente no lo hacía.
En contraste, ahora Jesús establece un nuevo tipo de escribas, a sus discípulos, los cuales tenían que llevar a cabo esta gloriosa labor, y por tal motivo les dice: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas. De estas palabras uno puede aprender tres principios espirituales de este oficio de escriba.
En primer lugar los llama escriba docto, es decir, son personas que como Esdras han preparado su corazón para estudiar con toda diligencia la palabra de Dios con la dirección del Espíritu Santo.
En segundo lugar, hace un símil de este oficio con un padre de familia que tiene hijos y es responsable de repartirle a cada uno de sus tesoros de manera sabía.
Finalmente, este tesoro que es el evangelio, está compuesto por cosas nuevas y cosas viejas. Lo que estas palabras significan es que el evangelio que se nos ha otorgado tiene tesoros viejos que son las enseñanzas del Antiguo Testamento.
Los Tesoros Antiguos
Algunas personas consideran inútil estudiar el Antiguo Testamento, pero ignoran que es palabra de Dios y como tal está llana de bendiciones para nuestras vidas. De hecho el conocer el Antiguo Testamento nos ayuda a comprender mejor el Nuevo Testamento, y a través del estudio de sus libros uno puede llegar a comprender el principio de la humanidad, el principio de la nación de Israel, la necesidad de redención, los pactos que Dios hizo con Abraham y David que se hicieron realidad en la persona de nuestro Señor Jesucristo, los libros históricos nos enseñan grandes lecciones que podemos aplicar a nuestras vidas, los libros poéticos están llenos de sabiduría, los libros proféticos advierten las consecuencias de alejarse de Dios y vislumbran un futuro prometedor para los fieles que esperan la redención de su alma, y en general, como toda la Escritura nos brinda una fuente de edificación para nuestra vida: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”, (2 Timoteo 3:16-17). Estos son las maravillosas cosas viejas que están escondidas en un cofre de tesoros llamada Biblia a la espera de ser reveladas a aquellos que la buscan con sinceridad.
Los Tesoros Nuevos
Pero también en este tesoro existen cosas nuevas que representan el Nuevo Testamento que no son más que el anuncio de las buenas nuevas que la ley, los profetas y los demás escritos del Antiguo Testamento se cumplieron en Cristo Jesús. En el Antiguo Testamento habían muchas promesas que se cumplieron cuando Cristo vino a esta tierra, y de igual forma existían muchos misterios difíciles de comprender, pero ahora en el tiempo de la gracia el Espíritu Santo las revela a sus escogidos: “El misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”, (Colosenses 1:26-27). Estos son los nuevos tesoros que se han venido a complementar con los viejos y es responsabilidad de la iglesia compartirlos con los demás, como lo haría un padre de familia con sus hijos al repartirle sus tesoros, así la iglesia del Señor debe ser capaz de realizar esta gloriosa obra.
Así que el escriba que es realmente docto en "el reino de los cielos" tomará aquellos principios de ambos pactos y los enseñar para el beneficios de los demás. Por ello debemos esforzarnos por convertirnos todos es escribas de Cristo, en personas doctos en la palabra de Dios, estudiándola diligentemente, viviendo de acuerdo a ella y enseñando estas maravillosas doctrinas que traen vida a la vida de las personas.
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