Es fácil pensar en términos generales cuando consideramos lo que Dios estaría dispuesto a hacer. Tal vez leemos enunciados bíblicos como, “Porque de tal manera amó Dios al mundo” (Juan 3:16) y “Cristo murió por todos” (cf. 2 Corintios 5:14-15; 1 Timoteo 2:6), y pensamos: “Desde luego, todos tienen un gran valor para Dios”. Pero luego, en la oscuridad de la noche, mientras cada uno de nosotros medita en su propia alma, alguien se pregunta: “¿Realmente Le importo a Dios? Y si Le importo, ¿qué estaría dispuesto a hacer por mí si yo fuera el único objeto de Su amor?”.
Al abordar esta pregunta, no debemos olvidar que Dios no es hombre, y que Sus pensamientos no son los nuestros (Isaías 55:8-9). Entonces, ¿qué haría Dios por solamente un alma?
Dios crearía a un alma y crearía por un alma.
Primero, Dios crearía a un alma. Aunque es cierto que la pregunta que estamos considerando implica la existencia previa del alma, el punto es que la creación de un alma revela su importancia para Dios, y a la vez, tal importancia garantiza la creación del alma. Génesis 2:7 dice: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”. Note que cuando Dios determinó crear a la humanidad, hizo solamente a una persona. Desde luego, también creó a Eva, pero la hizo después. Esto no quiere decir que la mujer sea inferior al hombre, sino enfatiza que Dios hizo al hombre y su mujer individualmente. Ellos tuvieron un valor individual para Dios, y cada uno de nosotros también lo tiene.
Dios todavía nos crea. Él ha permitido que nuestros cuerpos sean el resultado de la reproducción natural, pero crea nuestras almas individualmente. Dios “forma el espíritu del hombre dentro de él” (Zacarías 12:1); por tanto, es “el Padre de los espíritus” (Hebreos 12:9). A Dios Le importa tanto usted que ha decidido dar vida a su cuerpo al crear el espíritu dentro de usted.
Pero ahora considere la segunda parte de este punto: Dios crearía por un alma. En Génesis 1 vemos que Dios realizó esto en orden inverso—primero creó para la humanidad, y luego creó a la humanidad. Aunque creó en este orden, el pensamiento detrás de este método es diferente. Es decir, Dios no decidió crear el Universo y después Se dio cuenta que Su Universo estaba vacío y necesitaba personas. En cambio, decidió crear al hombre, y supo que el hombre necesitaría un Universo. Eso es lo que el amor hace; el amor prepara todo lo necesario para el objeto amado.
Jesús dijo: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26). No tenemos problemas en entender el significado del pasaje: una sola alma es más valiosa que todo el mundo. Por tanto, si una sola alma vale más que todo el mundo, entonces Dios estaría dispuesto a crear todo un mundo por una sola alma.
Sí, Dios crearía a un alma y crearía por un alma.
Dios amaría a un alma.
Dios ama a todo el mundo (Juan 3:16), pero Su amor también es individual. Note el relato del joven rico en Marcos 10. Este joven vino a Jesús y Le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” (vs. 17). Ya que ellos todavía estaban bajo la Ley Mosaica, Jesús respondió que debía guardar los mandamientos. El joven señaló que había guardado los mandamientos desde muy temprano en su vida. “Entonces Jesús, mirándole, le amó” (vs. 21). En ese momento el corazón de Jesús fue escudriñado por el Espíritu omnisciente y registrado por inspiración. Dios nos dio la oportunidad de vislumbrar el amor personal de Cristo por solamente un alma.
¿Pero qué hay de aquella persona que piensa que no es lo suficientemente “buena” como este joven para merecer el amor de Dios? Tal persona puede encontrar consuelo al saber que el amor de Dios se basa en Su misma naturaleza—no en los sentimientos personales, lo que otros digan de nosotros o lo que nosotros hayamos hecho en el pasado. Dios es un Dios de amor (1 Juan 4:8), esta es Su propia naturaleza, y Él no puede negarse a Sí mismo (2 Timoteo 2:13). Él le ama ya que ha determinado que usted tendrá suficiente valor para ser amado.
Había un orador que iba alrededor del país ayudando a la gente a considerar su valor personal. En una de sus conferencias, comenzó levantando un billete de $20 y preguntó a la audiencia quién quería el billete. Muchos levantaron sus manos. Él dijo: “Daré estos $20 a uno de ustedes, pero primero, déjenme hacer esto”. Procedió a arrugar el billete, y preguntó: “¿Quién todavía lo quiere?”. Muchos todavía alzaron sus manos. Él preguntó, “¿Y si hago esto?”, y arrojó el billete al suelo y comenzó a pisarlo con su zapato. Luego lo levantó y dijo: “Ahora, ¿quién lo quiere?”. Todavía muchos alzaron sus manos. A pesar de todo lo que el orador había hecho con el billete, el billete no había perdido su valor para la audiencia (o para él).
Nosotros hemos cortado un pedazo de papel, hemos puesto un número en él y algunas impresiones singulares, y hemos decidido que esto tendrá valor para nosotros. ¡Pero esto es solamente papel! Lo es, pero trabajamos por esto y le damos valor a esto. Dios ha hecho mucho más por nosotros. En el principio, tomó un poco de polvo y formó un cuerpo, puso un “número singular” (un espíritu) en cada uno de nosotros, puso algunas de Sus propias impresiones en nosotros (parte de Su amor, inteligencia, bondad, eternidad, etc.—Génesis 1:26-27), y decidió que valdríamos la pena Su amor. Tal vez usted no pueda ver su valor ya que ha sido maltratado como el billete, o ya que le parece que ha arruinado su vida, pero eso no cambia ni minimiza el hecho que Dios ha determinado que su vida tendrá valor para Él. Si un día usted o yo nos perdemos, no será porque no tuvimos valor para Dios, sino será porque fallamos en considerar nuestro valor para Él, y no vivimos según ese valor.
Sí, Dios amaría a un alma.
Dios salvaría a un alma.
Si alguien amara a una persona, entonces la protegería y salvaría si tal persona estuviera en peligro. El hombre está en peligro espiritual. Su problema es el pecado. Este es un problema universal e individual (Salmos 53; Romanos 3:10). El dilema de cada hombre es que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23), y él no puede salvarse a sí mismo. Pero como Jesús respondió cuando Sus discípulos Le preguntaron, “¿Quién, pues, podrá ser salvo?”, “Para los hombres esto es imposible; más para Dios todo es posible” (Mateo 19:25-26).
Considere la misión de Jesús por amor a las almas: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Aquí hay una idea colectiva; lo que se había perdido es la humanidad completa. Pero también hay una idea singular en esta misión; Lucas 15 revela esto de manera hermosa. Aquí Jesús habló de la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido. Aunque un aspecto común en estas parábolas es que los tres estaban perdidos, otro aspecto común es que la pérdida fue individual: Jesús habló de una oveja perdida, una moneda perdida y un hijo perdido. Y Él vino a buscar y salvar lo que se había perdido.
¿Realmente importaba una oveja perdida y vagabunda en vista de que al pastor todavía le quedaba 99 ovejas? ¿Realmente importaba una moneda perdida y con valor escaso en vista de que a la mujer todavía le quedaba nueve monedas? ¿Realmente importaba un hijo testarudo, inmoral, pródigo, mundano, despilfarrador y malagradecido en vista de que al padre todavía le quedaba un hijo, y este era fiel? ¡Sí! ¿Por qué? “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”.
Lucas 7:36-50 revela adicionalmente el amor y sacrificio divino por un alma—cualquier alma. Simón el fariseo había invitado a Jesús a cenar. Mientras estaban en la mesa, una mujer pecadora, muy conocida por su pecado público (una mujer de mala reputación o una prostituta), vino y ungió a Jesús. Ella comenzó a llorar y enjugar los pies de Jesús con sus lágrimas, y luego los secó con sus cabellos y besó Sus pies. El fariseo murmuró contra Jesús internamente, pero Jesús discernió sus pensamientos. Criticó al fariseo por su falta de hospitalidad y amor, y le dijo que la mujer había sido perdonada de muchos pecados. La forma del verbo griego indica que Jesús ya había perdonado sus pecados, no que la estaba perdonando en ese momento. Por ende, la mujer no estaba ungiendo a Jesús para recibir perdón, sino Le estaba ungiendo en agradecimiento por el perdón que había recibido. Ella entonces era una mujer diferente, aunque todavía se le percibía como pecadora.
Ahora considere esto a la par de la escena del Calvario. Vemos a Jesús, después de haber sido azotado cruelmente, la sangre cayendo de Su frente, espalda, manos y pies. Su cuerpo colgado en la cruz, mientras la agonía se hace cada vez más intensa. Los principales sacerdotes, ancianos, fariseos y escribas se acercan y burlan de Él, diciendo: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él” (Mateo 27:42). Jesús sabe muy bien que pudiera llamar a más de 12 legiones de ángeles para salvarle si así lo quisiera, pero calla y continúa soportando el dolor intenso. Pregunte: “¿Por qué permaneces allí en la cruz?”. Jesús Se remonta al pasado, a esa escena en la casa de Simón el fariseo, y responde: “Porque dije a esa mujer pecadora, a quien nadie quería, que podía salvarla”. Pregunte otra vez: “Señor, ¿por qué permaneces allí en la cruz?”. Él considera el presente, y mira a una de las cruces al lado Suyo, y responde: “Porque dije a ese ex ladrón, condenado justamente por sus conciudadanos, que podía estar conmigo en el paraíso”. Pregunte una última vez: “¿Pero, Señor, por qué permaneces allí en la cruz?”. Él mira hacia el futuro, algo de 2,000 años después, y responde: “Porque dije a __________ [escriba su nombre] que podía ser salvo”.
Sí, Dios le creó maravillosamente (Salmos 139), le ama profundamente (Juan 3:16), y sufrió intensamente por usted (Mateo 27). Él quiere que sea salvo (2 Pedro 3:9). Jesús dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo” (Marcos 16:16). ¿Recibirá el amor de Dios?
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